viernes, 18 de enero de 2008

Karmelo C. Iribarren, Ola de frío, Sevilla, Renacimiento, 2007

Todo poeta joven de la actualidad que se precie o aprendiz de poeta (si es que alguien duda sobre la terminología debo señalar que se trata de una impresión personal, de un proceso de evolución constante, quizá sea porque nunca un poeta deja de ser un aprendiz) se ha criado alrededor de las grandes figuras de la poesía española actual, a saber: García Montero, Carlos Marzal, Benítez Reyes, Villena, Martínez Sarrión, Jaime Siles, Juaristi... y de ellos habrá tomado mucho (si su estética pretende ser cercana) o poco (si decide que su planteamiento estilístico-lingüístico va por otros derroteros). De ellos habrá aprendido mucho, a quererlos o a odiarlos pero una figura se abre entre los nombres de estos clásicos actuales gozando siempre (o en el mayor número de los casos) de la admiración del joven poeta o aprendiz: Karmelo C. Iribarren.
Muchos ubicarán la poesía de Iribarren junto a la de Roger Wolfe (esta revista ha recogido artículos sobre la poesía del poeta de Kent) en esos deseos por la catalogación fácil que simplifican los esfuerzos por conocer las estéticas diferentes que conviven en la poesía española última (leído uno leídos todos, piensan erróneamente algunos de los que pretenden conocer la poesía española sin mancharse apenas con las páginas escritas). La poesía de Iribarren es contundente, sin alardes, concisa y magnética, realista y al mismo tiempo existencial (estéticas no tan alejadas a fin de cuentas), un regalo para todos los amantes de la misma.
Hasta ahora cualquiera que hubiera conocido la obra de Iribarren (recogida de magnífico modo en una obra completa titulada Seguro que esta historia te suena, Renacimiento) hablaría de constantes temáticas como las mujeres, los bares y cierta decepción vital (aunque en este punto el autor se muestra contrario a mi interpretación, todo hay que decirlo) pero aquel que vaya a la librería y decida adentrarse entre las páginas de esta ola va a encontrar además de todo eso candor, amor y esperanza. Ola de frío es, probablemente el mejor de los libros de poesía publicados en lo que va de año (y en mucho tiempo, la verdad). Su impacto es tan monumental que uno no puede dejar de rememorar momentos intensos, divertidos, tremendos… momentos que jamás caen en la cursilería y que en ocasiones rozan la perfección. La contundente poesía de Iribarren alcanza al lector y lo convierte en cómplice, a fin de cuentas ése es el único objetivo de un poeta.
Voy como suelo ir siempre / en invierno: gorra, chupa / de cuero, zapatos negros / de verdad, el paraguas a modo / de bastón. Muevo un poco / la cabeza y veo mi reflejo / en el cristal de una boutique. / Hago un alto y me observo. / Parece que me confundido / de plató, pero me gusta lo que veo. / Sí, un tipo sólido, sobrio, serio, / de los que ya no se ven. /Sigo andando hacia La Concha./ Tanta hostia y tanto colorín.


Ignacio Escuin Borao

No hay comentarios: